¿Cuántos hay que se encuentran
perdidos?
¿Cuántos son los que nunca
volvieron?
Los que nunca hallaran el
alivio
porque un precio a su vida
pusieron.
Todos ellos sufrieron en vida
la extorsión, la tortura, el
encierro,
la amenaza; el temor; la
censura;
la orfandad; la agonía del
silencio.
Hoy fantasmas y sombras anidan
donde besos y risas hubieron ,
son recuerdos que calles
caminan,
el espanto al que ladran los
perros.
¿Dónde estas mi querida
esperanza?
Me ha quedado este jubilo
incierto
y esta pena que nunca se sacia
porque no volverás de tu
entierro.
Yo quisiera queridos hermanos
que justicia encontraran sus
muertos,
que volvieran lo niños
quemados
a soñar, a jugar… mas no es
cierto.
Es tan triste el horrible
pasado
y es más cruel el maldito
presente,
el futuro se mira abnegado
con su puño lo escribe la
Muerte.
Tú que miras te muerdes los
labios
porque -dices- que nada
se puede,
tú que escuchas los gritos y
el llanto
das la espalda pues no te
sucede.
¿Te dijeron “fue sólo un suicidio
con el tiro de gracia en la
frente”
qué no acaso se llama
homicidio
aunque impune el delito se
quede?
III
La encontraron desnuda e
inerte,
con los ojos vendados soñando,
era joven, tan bella, tan
fuerte;
duele tanto el saber que ha
pasado
La violaron, después la
mataron,
no hay culpables; tampoco
testigos.
Han pasado los años amigos
y parece que ayer la
enterramos.
Soy un nido de sombras y
espectros,
mi sepulcro se encuentra
olvidado,
he parido el dolor que he
dejado;
condenado a mis propios
tormentos.
Esta herida me punza en los
labios,
las palabras carcomen mis
dientes,
sólo restan en mí los agravios
de un montón de sujetos
pudientes.
IV
Tú que al pico y la pala
sucumbes
por tediosas jornadas
pedestres,
cuán forjados tus sueños en
lumbres
por malditos infiernos
terrestres.
El sudor es tu amarga bebida
si el cansancio te azota
inclemente
¡Simplemente es dolor
simplemente!,
que sucumbe en tu carne
rendida.
Ni aboliendo quizás tus
cadenas
opondrás resistencia a tu
suerte,
más conoces los duros
emblemas,
cuerpo a cuerpo peleas con la
Muerte.
Son tus manos que arañan la
tierra,
que perforan, taladran y
muelen,
que destruyen lo que otros no
pueden
y construyen ignotas
fronteras.
De cemento, de grava y arena,
monumentos por hombres
forjados,
erigidos por cruenta manera,
por obreros que son
explotados.
Ojalá perdurarán los nombres
en los muros que son
admirados;
mas allá del rubor, no te
asombres,
¡Todos somos al fin olvidados!
Poema: Daniel Moctezuma